El MIT lo confirma: el uso inadecuado de ChatGPT genera deuda cognitiva

Hombre con gafas y gesto de cansancio, apoyado en la frente mientras sostiene un papel con el texto ‘Cognitive Debt ChatGPT’, representando el impacto de la deuda cognitiva y la sobrecarga mental causada por la tecnología.

Imagen generada por IA.

Un reciente estudio del Massachusetts Institute of Technology (MIT) ha puesto cifras, datos y evidencia científica a lo que desde hace tiempo se intuye en el ámbito educativo: usar inteligencia artificial sin una base sólida puede disminuir nuestra capacidad de pensar por cuenta propia.

Este hallazgo no solo es relevante por su impacto en el aprendizaje individual, sino también por las implicaciones que tiene en los sistemas educativos y los entornos formativos de toda Europa.

¿Qué demuestra el estudio?

Durante cuatro meses, 54 estudiantes escribieron ensayos con y sin ChatGPT. Se evaluó su actividad cerebral (mediante EEG), el contenido de sus textos y su evolución a lo largo del tiempo. Los resultados fueron contundentes:

  • La actividad cerebral se redujo hasta un 55 % en quienes usaban ChatGPT desde el inicio, sobre todo en zonas vinculadas a la concentración, la memoria y la capacidad de reflexión.

  • Los textos eran más homogéneos, previsibles y menos originales. La IA moldeaba el estilo, eliminando matices personales.

  • Al dejar de usar ChatGPT, los estudiantes no recuperaban inmediatamente sus habilidades cognitivas previas.

  • Los docentes detectaban fallos estructurales y falta de profundidad, a pesar de que los textos parecían correctos superficialmente.

Deuda cognitiva: una realidad que ya está ocurriendo

Este concepto, que hasta ahora podía sonar abstracto, se convierte en un fenómeno medible: la dependencia temprana y acrítica de la IA puede afectar negativamente al desarrollo del pensamiento autónomo, crítico y creativo.

No se trata de rechazar la tecnología, sino de insistir en la necesidad urgente de acompañar su uso con formación pedagógica de calidad, centrada en la reflexión, la autoría, la ética y el criterio.

IA bien usada: sí, pero con prácticas pedagógicas claras

Lo más interesante del estudio es que no condena el uso de la inteligencia artificial. Al contrario. Muestra que cuando se introduce más adelante, como apoyo y no como sustituto del pensamiento, puede ser una herramienta poderosa y beneficiosa.

Este hallazgo respalda el trabajo formativo que se viene impulsando desde proyectos europeos como 21st IMPACT, donde se promueve una alfabetización mediática y tecnológica profunda, con especial atención a los riesgos y potencialidades de la IA en edades tempranas.

Una educación con IA, pero sin atajos

Los datos del MIT coinciden con muchas de las prácticas que ya se están implantando en contextos educativos innovadores:

  • No empezar a trabajar con IA sin antes haber entrenado el pensamiento propio.

  • No automatizar la producción sin haber construido antes las bases del lenguaje, la lógica y la creatividad.

  • No permitir que la herramienta sustituya al proceso.

Lo que se necesita ahora: pedagogía, conciencia y responsabilidad

La inteligencia artificial puede amplificar nuestras capacidades o atrofiarlas, dependiendo de cómo, cuándo y con qué acompañamiento se utilice. Y esa es, precisamente, la clave del enfoque educativo del siglo XXI: formar personas capaces de usar la tecnología sin perder su pensamiento.

Este tipo de evidencias científicas refuerzan la dirección pedagógica que debemos implementar en los centros educativos: educar para un uso crítico, ético y significativo de la IA .

No se trata de elegir entre cerebro o IA. Se trata de saber en qué momento debe entrar cada uno en juego.
Con formación, reflexión y buenas prácticas, la inteligencia artificial puede ser aliada. Sin ellas, puede convertirse en un riesgo invisible.

Anterior
Anterior

Escribir a mano en la era de las pantallas: por qué importa en educación

Siguiente
Siguiente

¿A qué edad pueden mis hijos tener redes sociales?