De Black Mirror a Jean Pormanove y el peligro del trash streaming: cuando la realidad supera a la ficción
Definición del término Trash Streaming en blanco y negro, estilo diccionario, que explica el concepto como un tipo de contenido en línea basado en actos degradantes o peligrosos para conseguir dinero o atención.
La serie Black Mirror nos ha acostumbrado a imaginar futuros distópicos donde la tecnología lleva a la sociedad al límite de la moral. Sin embargo, la última tragedia en Francia demuestra que, a veces, la realidad no solo alcanza a la ficción, sino que la sobrepasa.
El 18 de agosto de 2025, el streamer francés Jean Pormanove —nombre artístico de Raphaël Graven, de 46 años— murió en directo tras más de 280 horas de retransmisión en la plataforma Kick. Lo que podría haberse catalogado como un maratón de entretenimiento se convirtió en una secuencia escalofriante de vejaciones, torturas y humillaciones públicas, en las que el propio streamer era golpeado, estrangulado, pintado, privado de sueño y forzado a ingerir sustancias. Todo ello con un objetivo: atraer donaciones y mantener la atención de la audiencia.
Antes de su muerte, Pormanove confesó en mensajes privados que se sentía “secuestrado” por sus compañeros de streaming y que ya no soportaba la situación. La fiscalía de Niza ha abierto una investigación judicial y la ministra de Asuntos Digitales de Francia, Clara Chappaz, calificó el caso como un “horror absoluto”, comprometiéndose a reforzar la regulación de este tipo de contenidos en plataformas (El País, 2025).
el negocio del maltrato en directo, el “trash streaming”
Lo que ocurrió con Jean Pormanove no fue un accidente aislado. Meses antes, el medio francés Mediapart había destapado un “negocio del maltrato” alrededor de sus emisiones. Otros streamers participaban en estas escenas a cambio de visibilidad y ganancias, alentados por la dinámica perversa de las donaciones en tiempo real.
Este fenómeno encaja en lo que ya se conoce como trash streaming: retransmisiones que se nutren de la violencia, la humillación y la degradación para conseguir audiencia.
Francia no es el único escenario. En Rusia, donde este tipo de contenidos llegó a ser tendencia hace unos años, ya se habían documentado casos igualmente perturbadores:
Valentina Grigoryeva, de 26 años, murió de hipotermia después de que su pareja la obligara a salir semidesnuda al frío durante un streaming en directo.
Valentin Ganichev, un hombre sin hogar, fue sometido a abusos reiterados en cámara a cambio de comida o cobijo, mientras los espectadores pagaban por verlo sufrir.
Estos ejemplos muestran hasta qué punto el entretenimiento digital puede convertirse en un terreno fértil para la explotación de la vulnerabilidad humana.
La profecía de Black Mirror
En abril de 2025, Netflix estrenó el episodio “Common People”, dentro de la temporada 7 de Black Mirror. El capítulo mostraba cómo una plataforma retransmitía la humillación y el maltrato de personas en un sistema tecnológico que monetizaba la crueldad. Lo que parecía una advertencia distópica se ha materializado de manera trágica.
La conexión es escalofriante: lo que en la serie se planteaba como una metáfora sobre la deshumanización del entretenimiento, hoy se convierte en noticia real, con nombres y vidas truncadas.
Entre el espectáculo y la responsabilidad
Casos como el de Jean Pormanove nos obligan a reflexionar sobre varios niveles de responsabilidad:
Las plataformas, como Kick, que han sido señaladas por su laxa moderación, deben asumir un rol activo en la prevención de abusos. Tras el suceso, Kick suspendió temporalmente a los streamers implicados y anunció una revisión de su política en Francia, pero la medida llega demasiado tarde.
Los gobiernos y reguladores necesitan establecer marcos claros que impidan que la violencia y la humillación se conviertan en mercancía.
La audiencia también juega un papel fundamental: cada donación, cada clic y cada visualización alimenta dinámicas que pueden desembocar en tragedia.
Un espejo incómodo
La muerte de Jean Pormanove nos coloca frente a un espejo que no es de ciencia ficción, sino de nuestra propia sociedad digital. La línea entre espectáculo y explotación se ha difuminado peligrosamente.
La gran pregunta no es si la realidad está superando a la ficción, sino hasta qué punto estamos dispuestos a tolerarlo antes de poner límites claros.
Porque, como ya advertía Black Mirror, el verdadero peligro no está en la tecnología en sí, sino en el uso que decidimos darle como sociedad.