Dusting: el viral que mata en minutos
Imagen generada por IA.
No era un reto: era una trampa
Renna O’Rourke tenía 19 años. El 1 de junio de 2025, fue hallada inconsciente en su habitación de Arizona tras inhalar un spray limpiador de teclado. Lo había visto en redes sociales como un "truco rápido para colocarse". Cuatro días después, fallecía tras un daño cerebral irreversible. Esta práctica, conocida como dusting o chroming, no es nueva, pero ha vuelto a viralizarse. Y está matando.
Hoy escribo con el corazón encogido. Porque detrás de cada estadística hay una historia como la de Renna. Una chica con una vida por delante. Una familia que no volverá a ser la misma. Y una sociedad que aún no ha sabido proteger a sus jóvenes de un ecosistema digital que, muchas veces, normaliza el peligro. Una sociedad de la que todas y todos formamos parte, y que necesita reaccionar. Porque aunque queda mucho por hacer, no podemos seguir mirando hacia otro lado.
¿Qué es el dusting y por qué engancha?
El dusting consiste en inhalar aire comprimido de botes destinados a limpiar dispositivos electrónicos. Al aspirar el gas, se produce una breve sensación de euforia y desinhibición. Pero también puede causar paro cardíaco, asfixia, convulsiones, daño cerebral y muerte instantánea. La popularidad del reto crece porque es barato, legalmente accesible y difícil de detectar en controles de drogas. Y, sobre todo, porque circula como "contenido viral" entre adolescentes.
Cuando lo viral se vuelve letal
No es el primer caso. En Australia, el chroming fue relacionado con la muerte de varias adolescentes en 2023. En Rusia y Reino Unido, las autoridades han alertado del aumento de hospitalizaciones por inhalación de aerosoles. Aunque los botes llevan advertencias, la cultura de la viralidad premia lo extremo y peligroso. Plataformas como TikTok han borrado algunos de estos vídeos, pero otros reaparecen disfrazados de humor o retos.
Señales de alerta y contexto emocional
La práctica del dusting no puede entenderse sin hablar de salud mental. Muchos adolescentes se enfrentan a ansiedad, aislamiento o necesidad de pertenencia. Las redes sociales pueden amplificar estas emociones, ofreciendo retos como salidas o formas de escape. El algoritmo premia lo llamativo, pero no discrimina el riesgo. Y muchas veces, ni padres ni educadores saben qué está pasando hasta que es demasiado tarde.
Como adulta, como comunicadora, como persona que trabaja con jóvenes, esto me atraviesa. Porque no basta con señalar el problema desde fuera. Necesitamos tender puentes. Preguntar sin juzgar. Acompañar sin minimizar. Y construir espacios donde los adolescentes puedan pensar, sentir, equivocarse y crecer sin poner su vida en riesgo para sentirse parte de algo.
Educar para prevenir: lo que sí podemos hacer
Hablar en casa y en clase sobre este tipo de prácticas, sin tabú ni alarmismo.
Explicar los riesgos reales con datos, testimonios y casos como el de Renna.
Promover una alfabetización mediática crítica: entender qué vemos, por qué lo vemos y qué impacto tiene.
Exigir responsabilidad a las plataformas, pero también empoderar a las personas usuarias.
Regular la venta de estos productos a menores, como ya se ha propuesto en algunos países.
No más adolescentes virales: adolescentes vivos, pensantes y protegidos
El caso de Renna no es un accidente. Es el reflejo de un ecosistema que combina tecnología, vulnerabilidad y desinformación. No podemos permitirnos mirar hacia otro lado. Necesitamos educación, conciencia y acción colectiva.
Desde Proyecto Dis-like seguiremos creando recursos para que familias, escuelas y adolescentes tengan herramientas reales. Porque cada vida cuenta. Porque ningún reto vale más que un corazón que late.
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